Reflexiones de mi Abuela

06 de enero de 1995.

¡Otra vez asomando la cabeza por la ventana del Año Nuevo, que se ha presentado casi sin darnos cuenta!

A muchos nos gustaría ser magos fabulosos para cambiar las rosas en estrellas y así iluminar los sueños de los que miren el futuro. A los que no tienen fantasía les es difícil entender estos deseos, pues les parece imposible recibir un regalo desde lejos, de seres imaginarios. Y, sin embargo, es bonito pensar que aún existe un país fantástico desde el que nos envían sueños sin cumplir, deseos que a veces creemos difíciles de alcanzar, cosas tan sutiles y maravillosas como el agradecimiento, la bondad, la risa, el amor…

Me gustaría ser un mago fabuloso con un traje bordado en oro y plata, cabalgando por los desiertos de serrín, para traeros esas infinitas ganas de ser admirados, esas ganas infinitas de ser comprendidos y amados por los que os rodean. ¡Claro que me gustaría llevar a lomos de mis camellos esa carga de pensamientos que pudiera haceros dichosos!

Sé de sobra que los caminos son de serrín y mueren al llegar al río de plata. Sé que mis camellos son de barro y que no pueden caminar mucho pues a uno se le ha partido una pata y lo tenemos apoyado sobre un trozo de corcho que sobraba del portal.

Pero en la manga de mi maravilloso traje de rey mago me quedan las ilusiones, las fantasías, todo eso que tanto puede ayudar a la humanidad a seguir viviendo si también el año próximo quiere asomarse de nuevo a la ventana para contemplar las rosas y descubrir la senda de nuevas estrellas.                                                                                                                                                                                                                                                  (C.95)