20 de octubre de 1991.
San Agustín aconsejaba a los jóvenes que cuidaran bien sus alas y que las nutrieran para mantenerlas fuertes. Casi nadie se preocupa de que sus alas se desarrollen. A muchos se les han quedado como ramas secas. Ellos son como animales reptantes por la tierra, en lugar de remontar al vuelo como aves capaces de alcanzar altura.
Lo más dramático de este mundo es que hay muchísimas personas que están llegando a la vejez sin darse cuenta de que un día les instalaron bajo los omoplatos unas alas para que durante la vida aprendieran a volar sobre el cinismo, sobre la crueldad, sobre el egoísmo. Deberíamos decir a los jóvenes que el mundo puede reducir a la nada sus esfuerzos. Solo puede dar el gran salto quien mantiene en forma sus alas, no quien las cuelga en el perchero de la vulgaridad.
Si los jóvenes aprendiesen a volar, si todos alimentasen sus alas, su coraje, su pasión, sus ganas de ser alguien y así poder mejorar el mundo, ya podrían venir ríos de droga y ríos de soledad, que seguirían creyendo en ellos y en su lucha por remontar el vuelo. Hace falta un cazador muy experto para cazar a las aves que logran volar alto… Muchos se quejan de que les pisan y no se dan cuenta de que son ellos mismos quienes eligieron reptar. C.30
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