01 de diciembre de 1991.
| Dicen que está llegando el tiempo de apretarse el cinturón. Pensándolo bien, quizá sea buena cosa para que tengamos la oportunidad de descubrir otras fortunas, baratísimas, que hoy tenemos medio olvidadas. La mayor y más barata de las riquezas es la amistad. Con razón se dice que un buen amigo vale más que una mina de diamantes. No hay mayor capital que sentir a alguien que nos comprende y acompaña, que nos ayuda a sonreír cuando estamos tristes. Y ¡qué barato resulta tener un amigo! Cuesta menos que una barra de pan o una caña de cerveza. Hay amigos en todas partes y de todas las edades. Tanto los ricos como los pobres pueden tener sus amigos.
Hay muchas otras riquezas al alcance de todos. Hace falta dinero para una excursión a las cataratas del Niágara. Pero no hace falta ni una peseta para acariciar la cabeza de un perro y ver como levanta hacia nosotros sus ojos agradecidos. Y, ¿qué decir del placer milagroso y baratísimo de la música? Hemos de agradecer a nuestra civilización la posibilidad de que un pequeño transistor te conceda algo que hubiera enloquecido a Beethoven. Cuando la charlatanería invade casi todas las emisoras, siempre cabe la posibilidad de encontrar la joya de una buena música. Nos han engañado al hacernos creer que el dinero es la verdadera fórmula de la felicidad. Hay todavía muchos tesoros al alcance de todos. No me preocuparía que tengamos que apretarnos un poco el cinturón si a cambio aprendemos a estirar los brazos para recibir a nuevos amigos. C.30 |
Reflexiones de mi Abuela 
Que bonito Rocio!! Además es curiosa la forma de encontrar un amigo. Te los da la vida, si sales a buscarlos seguramente no los encuentres. Por el contrario vienen solos, cuando menos esperas. Hay una regla mágica, cuando realmente los necesitas bien por alegría o pena, siempre están ahí, incondicionales. Muchas gracias por estar ahí.
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