23 de junio de 1985.
Es la adolescencia edad de dudas, de intrigas, de amor en las estrellas, de soledades en las puestas de sol y de almas empapadas de fantasía…
En el escenario de la vida representan un gran papel esos personajes que van tras un flautista hacia un camino sembrado de flores sin saber a dónde les conduce. Un paisaje bello, indescriptible, les embarga y para ellos es un encantamiento vivir en ese libro de cuentos. ¿Quién es capaz de retirar las flechas que quieren ser certeras en una diana de colores?
Ayer tuve en mis manos esa etapa maravillosa y no supe ver el cielo. Fui torpe y viví sin aprovechar aquello tan hermoso con un toque divino como es la adolescencia.
A ti ya no puedo concederte una varita mágica para que transformes a tu paso lo malo en bueno, a ti adolescente, te quisiera decir que no llores por el día que tiene que morir, sino que te alegres por el que va a nacer y vívelo aspirando el perfume que te prestan las flores del camino por el que te conduce ese flautista imaginario.
(C.85)
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