22 de febrero de 2021.
Cuando cae la noche y nos llevamos a la cama las preocupaciones, todo aquello que nos perturba, en nuestra mente se hace tan grande que de repente nos vemos maniatados por un invasor incontrolable llamado miedo que nos amordaza y paraliza. ¡Qué dura y larga se nos hace la noche! Nuestro cuerpo está alarmado y tan tenso que casi no podemos respirar. Vemos formas en las paredes, que comienzan a relatarnos historias tan angustiantes que agudizan nuestro terror. Y no podemos desconectar, rindiéndonos a un agotamiento que nos hace vivir un estado emocional cambiante que va pasando por un sinfín de sensaciones desagradables de impotencia, desesperación, culpabilidad, dolor, tristeza…¡Es insoportable!
En la agonía, ya no podemos más y queremos que se acabe. Nos levantamos enfurecidos, exhaustos. Lloramos, irritados, nos encolerizamos pero nuestra lucha es en vano. El reloj sigue sonando, las horas transcurren en una exasperante lentitud, minuto a minuto, segundo a segundo.
¿Qué tendrá la oscuridad que nos ahoga, nos encadena y nos aprisiona cegándonos en la impaciente espera de la llegada de la luz de un nuevo amanecer? Y nos decimos: “Ojalá se hayan aclarado las sombras fantasmagóricas que han encogido nuestro corazón. « Familia C.30
05 de noviembre de 2000.
Cuando llega la luz, se aclaran las sombras que durante la noche son fantasmas que encogen nuestro corazón. En la vida diaria estos fantasmas tienen un rostro real. El hijo que se enfrenta acaloradamente con una decisión de sus padres, muchas veces está luchando sólo con un fantasma. Si lograse explicarse más serenamente, quizá descubriría que en el fondo está buscando lo mismo que sus padres.
En las diferencias entre marido y mujer, en las discusiones entre amigos, ocho – por no decir nueve – de cada diez veces, todo empieza por una mala interpretación que se hubiera podido evitar, si nos aviniéramos a razonar con más tranquilidad.
Nos enzarzamos en amargas disputas, porque desconfiamos unos de otros e imaginamos intenciones retorcidas detrás de palabras inocentes. Otras veces pretendemos que los otros modifiquen su modo de pensar de acuerdo con lo que arbitrariamente hemos escogido para nosotros. Si cada vez que va a saltar la discusión tuviéramos serenidad para “rumiar” la respuesta… Pero la oscuridad nos ciega y no tenemos paciencia para esperar la luz del día. C00
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