20 de Diciembre de 2020.
Hace exactamente 21 años que nuestra abuela escribió esta reflexión, en el adviento de 1999. Creedme que cuando he comenzado a leer me ha venido la imagen de mis tres hijos con tres, seis y nueve años, preparando sus fiestas de Navidad en el colegio …
Y de repente en mi habitación, he escuchado unas voces infantiles viniendo de fuera : ¡ ya me he comido el chocolate de la ventanita número 20 de mi calendario ! Qué recuerdos cuando mis tres hijos me pedían con esa alegría infantil que le regalara a cada uno su calendario de Adviento!. Ahora han crecido y sin embargo mantienen esa ilusión. Es más, junto al chocolate añaden una pequeña sorpresa.
Sólo faltan 4 días para la Nochebuena, unos pensarán en el nacimiento del Niño Jesús, otros en la fiesta del árbol y otros en la noche de Papa Noel…
Para todos, este mes de diciembre es un mes especial, un tiempo de preparación para algo nuevo que esperamos con anhelo. Todo aquello que no hemos conseguido durante el año parece que de repente al cerrarlo nos invade la esperanza y la ilusión que en el siguiente se hará realidad alguno de nuestros sueños.
Un tiempo en el que los recuerdos de nuestros seres queridos ya ausentes aparecen con una mezcla de nostalgia y ternura.
Un tiempo en el que nuestra infancia vuelve a surgir y desearíamos escribir nuestras cartas repletas de los juguetes favoritos junto con nuestros propósitos de ser más buenos porque así con nuestra inocencia íbamos a convencer al Papa Noel o a los Reyes Magos que no dudarán en traernos todo lo que pedíamos.
Este año anhelamos los abrazos, la proximidad, las tertulias, las fiestas. No se nos pasa por la cabeza si no nos llevamos bien con alguien. Queremos estar juntos, darnos un beso, recibir una caricia. Necesitamos ternura, cariño. Acaso será para que nos demos cuenta que hemos cambiado nuestra mirada, aceptando nuestras diferencias, sintiéndonos más unidos que nunca a pesar de las restricciones, de esa distancia forzada.
Esta Navidad del 2020 si que va a ser un tiempo muy, muy especial. Un «ser extraño» nos ha forzado a que nuestros encuentros familiares, con amigos no puedan ser numerosos. Quizás, es una manera de apreciar nuestras relaciones, de pensar que hace un año cuántos decíamos: ¿por qué tenemos que reunirnos con tal persona por ser simplemente Nochebuena o Navidad?
Tal vez ha tenido que irrumpir en nuestras vidas ese «elemento feroz» cuyo nombre nos está pesando tanto «el Coronavirus» para sentir profundamente nuestra humanidad compartida desde el amor y la compasión. Disfrutémosla en esta insólita Navidad. Nos ayudará a sentir más cerca tanto a los que viven como a los que ya nos han dejado. Familia C.30
19 de Diciembre de 1999.
En estos días en que se acercan las Navidades tenemos una sensación mayor de la rapidez con que va pasando el tiempo. La vida pasa a nuestro lado rozándonos, casi sin hacer ruido. ¿O lo hace? Sí, como la lluvia mientras deja resbalar sus lágrimas por el cristal de nuestra ventana.
Esta sensación es la que pone un velo de nostalgia en muchos corazones. Se acercan días de ternura y de familia, aunque quienes hemos dado unos cuantos pasos por la vida, hemos visto cómo se van abriendo huecos a derecha e izquierda del camino. Hasta los muertos queridos parecen más muertos porque recordamos aquellas nochebuenas cuando la mesa familiar estaba más completa. La silla vacía es como si de nuevo nos excavaran una fosa en el corazón.
Quisiéramos volver a ser los niños que se acercaban temblando a la chimenea, seguros de encontrar allí el regalo que nos habían dejado los Magos. Nos parece que ningún mundo fue como el de aquellos tiempos. Seríamos capaces de romper a llorar, si no nos diera vergüenza al ser ya tan mayores. La nostalgia es una de las tentaciones más peligrosas, porque ¡sería tan bonito seguir siendo chiquillos, siendo eje de la Navidad de la familia, como en los felices tiempos infantiles!
Navidad ha de ser tiempo de dar, porque en Navidad Dios se nos entregó por entero. Una vez cruzada la frontera de la “adultez”, la única forma de ser alegres en Navidad es dedicarse a regalar a los demás la felicidad que hemos ido acumulando dentro. C.99
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