Algo de mí

16 de Junio de 2020.

Sé que en estos días, la irrupción de este microorganismo en nuestras vidas nos ha hecho cambiar el ritmo y tal vez observar el tiempo con otra mirada.

Hay quién dice que el tiempo es uno de los peores enemigos de nuestra sociedad pues se adentra y se inserta en  nuestros pensamientos al igual que el virus lo hace en nuestras células. Pero, lo que en un principio parece amigable y beneficioso por el aprovechamiento que sacamos a las horas de nuestros días, sin darnos cuenta, nos esclaviza por » un hacer frenético y veloz» convirtiéndonos en sus acérrimos entregados. Es entonces cuando las hormonas de la ansiedad, del estrés, envenenan nuestros cuerpos y mentes impidiéndonos respirar en calma y serenidad para apreciar la sencillez y el disfrute de las pequeños y sin embargo tan valiosos detalles.

En nuestras casas hemos realizado los quehaceres diarios, sin desplazamientos, sin atascos; todo ha estado a nuestra mano en un espacio limitado, sin cambiar de escenario; nos hemos conectado virtualmente con nuestros compañeros de trabajo, de estudio, con los profesores de nuestros hijos así como con nuestras amistades. Importantes cambios por fuera se han producido en nosotros pero acaso nos hemos parado y preguntado ¿Qué nos ha ocurrido por dentro? ¿Qué otras posibilidades hemos encontrado?

Quizás una gran parte de lo que vivimos pasa inadvertido como una suave o brusca ráfaga de viento. Sin embargo, ante la convivencia obligada con el Covid-19, me he dicho basta y he comenzado a «reescribir mi historia con ese algo que se iba creando en mí durante estos días y cómo he ido soltando la pesada carga que llevaba tan cansada en mi corazón». ¡Mi sonrisa ha vuelto a brotar! ¡Qué gran oportunidad! Familia C.30

 

7 de abril de 2002.

Me gusta escribir. Me gusta escribir a una sombra. También, a alguien que pasó cerca de mí y me alcanzó con su ternura. Me gusta dirigirme a la fe, a esa fe misteriosa, difícil de calibrar, casi mágica. Me gusta escribir al esfuerzo de comunicación que he ido tejiendo a lo largo de la vida. Y, cuando escribo, encuentro una disculpa para la esperanza o para el desamor. No sé si pongo «frases encogidas y tambaleantes o frases de gran contenido».

La mayor parte de lo que se escribe pasa por nosotros como pasa la noche, sin saberlo, sin saborear el tiempo, sin advertir el calor o la vida que laten en las palabras, el aliento de quienes las escribieron. A veces cometemos una torpeza con nuestros “escritos” y nos queda en la boca el gusto amargo de haber perdido una oportunidad.

Añoro los años en que me escondía para escribir los poemas garabateados en tardes de lluvia. El olor de la tierra mojada tiene una fuerza especial para hacer que surjan en el alma sensaciones desconocidas.

Siempre estaré en deuda con mi imaginación y quisiera aprovechar este recuerdo para darle las gracias, por haber pasado cerca, por alcanzarme con su ternura y por ayudarme a echar fuera la carga que llevaba en el corazón. Sí, me gusta escribir aunque sea sólo a una sombra. C.02

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