4 de junio de 2020.
¿Sabéis que cuando llevábamos una semana de confinamiento, hubo rotura de stock de puzzles en las tiendas on line?
Dicen que lo que más anhela todo«puzzlero» es disponer de tiempo para montarlos. Además, cuantas más piezas tenga, más es el reto y el desafiarse en hacerlo en el menor tiempo, un doble disfrute. Quizás, en la búsqueda de un entretenimiento para pasar las horas interminables del # quédate en casa, esté la respuesta a ese aumento tan inesperado y vertiginoso de compras por internet.
Y entre los amantes de los también llamados «rompecabezas», hay unos que buscan un espacio reservado para estar a solas consigo mismos en busca de las piezas que irán consiguiendo dar forma a la imagen impresa en su caja de cartón y otros prefieren compartir destinando una mesa en una estancia muy popular de la casa a la vista de todos los miembros de la familia, entre los que nos encontramos nosotros. Aunque debo decir que lo que más me ha llamado la atención de este «juego tradicional» es su adaptación a la cultura digital, transformándose en un medio de interconexión a través de las redes sociales.
Siempre me ha intrigado qué es lo que te engancha de este hobby. Es entonces cuando me acordé, que en una reflexión de hace ya veintidós años, nuestra abuela, escribía que para ella era «un medio de evadirse y mientras organizaba el encuadre de las piezas su mente divagaba dejando volar su imaginación hacia las esferas de su fantasía«. Familia C.30
Entre los juegos que considero no necesitan compañía, están los puzzles, los «rompecabezas» que decíamos antes. Hoy me he puesto a hacer uno de estos juegos, que representa un paisaje nevado. Por su gran semejanza, resulta difícil identificar cada pieza. Confieso que cuanto más difícil es el juego, más me atrae, pues, «mientras busco el encuadre de las piezas, mi imaginación vuela hacia otras esferas».
Me parece que he perdido una pieza. De pronto, al ir a buscar el complemento, me he encontrado con un hueco oscuro por el que se ve el fondo de la mesa. Me gusta descubrir la causa que trastorna las cosas que hago con ilusión. Pero, de pronto, me ilusiona la posibilidad de estar lejos de casa, en aquel lugar del puzzle donde los abetos están semienterrados por la nieve, y colarme en las casas donde imagino personas templándose las manos con el calor que despiden los leños en la chimenea. Hasta logro ver la tarde nublada, sin nadie que transite por las aceras, libres para los sueños de quienes pasan siempre a toda prisa.
Dicen que es adusta la soledad. No lo creo, pues, mientras siga habiendo juegos que no necesitan compañía, podremos refugiarnos en la fantasía.
Vuelve a preocuparme la pieza que falta. Estropea la estética y confunde la vida con ese paraje, dándole un aspecto de viejo desdentado. Mañana, trataré nuevamente de buscarlo. Pero me pregunto: Mañana, cuando la encuentre, ¿encajará en su sitio? C.98
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