¡Ven alma, tan callando!

2 de Marzo de 2020.

En estos instantes parece que la casa está vacía, Me encuentro sola, no hay ningún ruido, no oigo voces, un silencio invade todos los rincones. Mi sentido del oído se agudiza tratando de percibir un sonido, nada, es la quietud la dueña de este momento.

Adoro esta pausa , me escucho y es cuando me invade una sensación de absoluta paz y tranquilidad que hace emerger de mí palabras para ser escritas y guardadas como testimonio de ese profundo silencio.

Es en este silencio donde se libera todo aquello que estaba amordazado por el ruido y que la mayor parte de las veces asfixia nuestras vidas incluso causándonos daño sin darnos cuenta de su presencia.

¿Por qué no creamos pausas en nuestro ritmo casi frenético y comenzamos a apreciar y a contemplar este «arte tan cautivador y universal como es el silencio»? Familia C.30

 

23 de octubre de 2005.

En estos días se le ha concedido el Premio Planeta a María Paul Janer, por su obra «Pasiones Romanas».

Una obra artística nace de un silencio, de una pausa que en prin­cipio aísla del ruido e incluso renuncia a la expresión. Se va des­hojando la inspiración como pétalos de una flor, sensaciones y sentimientos, que agoniza en nuestras manos.

Es como ir deshojando algo que bullía en lo más profundo de nuestro ser y que luego va invadiendo ojos, oídos, manos. Y que­dan en la oscuridad de la noche los ladridos agudos, el rumor del agua, el aire que despeina, osado, los árboles. Hay que despojar­se de la agobiante carga del día, del alboroto de la vida a nuestro alrededor.

En ese momento, el silencio es el único cómplice de quien escribe, para guiarle a la meta que pretende alcanzar. Sólo en el silencio está la respuesta a todas las preguntas verdaderas: ¿quién soy? ¿quién eres? Es en ese momento cuando brotan los auténticos hallazgos del alma.

«El silencio es arte que se conquista y aprende». Es como un árbol misterioso que va dando frutos de paz poco a poco. Sólo él sabe provocar los encuentros más nobles. Sólo él es grande. Lo de­más es trastorno y desvarío, porque el espíritu crece con la insonoridad, como en una celda, en la que únicamente entra la espe­ranza de volver a ser libre.C05

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