El don de la palabra

Hoy, jueves 13 de Febrero 2020  se celebra el día mundial de la Radio bajo el lema «Pluralismo, Representación, Diversidad». En 2011 la Conferencia General de la UNESCO lo proclamó gracias a una propuesta formal del Gobierno de España. 

Todos los que hemos elegido este medio de acompañamiento para informarnos, disfrutar, aprender, reflexionar ….. nos sentimos unidos a través de las palabras pues son tan poderosas que llegan directamente a los sentimientos más profundos de cualquier ser humano.

No somos oyentes, sino como bien dice, Pepa Fernández, en su programa de Pe a Pa en las mañanas de  Radio Nacional de España, somos «todos escuchantes» y yo añadiría «escuchados» por sus fantásticos equipos : personas entregadas y atentas que nos abren sus micrófonos y nos brindan oportunidades, momentos para expresar nuestras ideas, opiniones, contar nuestras vidas, nuestras historias, anécdotas…….. Somos protagonistas de las ondas. Allá dónde nos encontremos, no existen fronteras, ni restricciones, ni diferencias.

Indiscutiblemente, la Radio ha demostrado que es un medio universal unificador de los pueblos con la mayor audiencia  que permite vivir bien y hacer el bien  en todo el mundo a través de una comunicación buena y saludable. ¡La Radio tiene el don de la palabra! Familia C.30

 

15 de junio de 2003.

Hay quienes hablan y hablan vertiendo sobre los demás frases huecas que no dejarán huella alguna.

Y hay quienes hablan con sentido e, incluso en una conversación amena, invitan a aprender y así enriquecen a quienes tienen la suerte de escucharles.

Hace poco asistí a una conferencia, cuyo tema prometía ser interesante. Pero, a poco de empezar a desarrollar su tema, el conferenciante resultó tan aburrido y monótono que sus palabras perdieron todo interés y el público comenzó a removerse en sus asientos, a bostezar y a multiplicar las toses de impaciencia. Estoy segura de que el conferenciante no había preparado su exposición y se limitó a soltar un rollo plúmbeo que caía «inmisericorde» sobre la pobre audiencia.

Las palabras que se dicen para consolar a alguien ante un dolor o una desgracia consiguen a veces el efecto contrario del que se pretendía. En vez de aliviar, entristecen más a quien las escucha.

En tales ocasiones más que una palabra pensada, hace falta una palabra sentida, que brote del corazón, la única palabra que en esos momentos consuela. Al fin será siempre la vida, tal como nos toca vivirla en nosotros y con los demás, a la que corresponderá decir la última palabra. C.03

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