Un regalo caído del cielo sin pilas

El pasado 20 de Noviembre celebramos un día muy especial dedicado a la infancia, a nuestros niños y niñas: «el Día Universal de los derechos del Niño». Me gustaría que todos los días parasemos el tiempo y nos permitiéramos dedicarnos a vivir intensamente con ellos.

Sea cual sea nuestra edad desearía que en nuestro corazón permaneciera un lugar muy especial para «nuestro niño interior», que le dejáramos sentir y nos recordara que cuidándole, mimándole no admitiéramos la triste situación de muchas personas que ni tan siquiera durante su infancia han vivido, ni viven en la ilusión ni en la inocencia ,ni conocen la dulzura, ni la ternura, ni la alegría, ni la sorpresa ni el asombro. Incluso su bienestar está en peligro porque sus derechos a la vida casi ya no existen.

Este día mundial recuerda que todos los niños tienen derecho a la salud, la educación y la protección, independientemente del lugar del mundo en el que hayan nacido.

Dedicar un día internacional a la infancia también sirve para hacer un llamamiento mundial sobre las necesidades de los más pequeños y para reconocer la labor de las personas que cada día trabajan para que los niños y niñas tengan un futuro mejor.Familia C.30

 

09 de Enero de 2005.

La nieve es silenciosa.  Se diría que cae con miedo de que alguien la descubra, si hace ruido.

Aquel día nevó.  Los niños hicieron con la nieve que había caído durante la noche en el jardín un gran muñeco.  A toda prisa, fueron a buscar un viejo sombrero, que al fin encontraron en el fondo de un armario, en el que llevaba varios años olvidado.

Por nariz le pusieron una zanahoria; un par de botones negros, por ojos, y una cáscara de naranja en lugar de boca.  Le abrigaron con una bufanda de cuadros, pensando que así le quitarían el frío.  En las manos, le pusieron una escoba.

Y comenzaron a jugar con el muñeco tirándole bolas de nieve que apretaban con fuerza hasta endurecerlas.  A bolazos de nieve le quitaron el sombrero.  Al verle con la cabeza al aire, los niños se desternillaban de risa.  Luego le quitaron la nariz.  En un momento la bufanda le colgaba por el suelo, dando al muñeco el aspecto de un pobre indigente.  Y así, poco a poco, el muñeco que con tanta ilusión habían fabricado, se fue convirtiendo en una masa inservible.

Las risas se fueron apagando. La nieve es silenciosa, pero en el suelo sólo quedó el sombrero, la zanahoria, los botones y la escoba. C.05

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