Reflexiones de mi Abuela

Esta reflexión que compartimos  hoy surgió hace 18 años, cuando el mundo violentamente fue sacudido y cambió. Algo todavía inexplicable atentó contra la humanidad causando un trauma generalizado. En nuestro recuerdo permanece el dolor que todos sufrimos aquel 11 de septiembre. Aquí y ahora  enviamos el deseo que «la compasión se despliegue en todo su potencial  para que nuestras mentes se liberen del odio, de los juicios  negativos, de las creencias irracionales, constituyendo una fuente natural de paz interior y exterior» Familia C.30 

16 de septiembre de 2001.

Escuchaba en la radio un debate sobre el acontecimiento desastroso de hace unos días, con el corazón todavía estremecido ante las imágenes de tal horror. Entre los contertulios surgió la pregunta de qué les había causado más espanto al ver cómo aquellas dos torres gemelas se derrumbaban.

Uno recordaba ante todo el impacto del segundo avión. Otro se fijaba en alguien que, desde la ventana agitaba con cierta esperanza un pañuelo. Nadie le pudo auxiliar. Una voz temblorosa destacaba con rabia el tino del secuestrador terrorista que dio en la diana al estrellarse en el punto preciso para causar aquella explosión aterradora. Alguno se indignaba ante el espectáculo infame de los niños en los territorios palestinos agitando sus banderitas con el júbilo reflejado en el rostro, porque alguien había logrado destruir “algo” que ellos han demonizado de antemano sin saber bien de qué se trata. Otro recordaba la curiosidad con que siguió las evoluciones del Boeing que acabó estrellándose en el Pentágono.

Y nosotros, ¿dónde estábamos ese 11 de Septiembre de 2001, a las 3 de la tarde y cuál fue nuestra reacción al contemplar una y mil veces aquellas imágenes escalofriantes?

La forma en que vivimos esos acontecimientos extremos provoca una crisis que revela la postura más personal de cada uno ante la vida.C01