Considero que es un buen momento ,en estos días de verano, parar la rutina y dedicarnos a otros menesteres que no solemos realizar a causa del ajetreo en que nuestras vidas se encuentran inmersas durante la mayor parte del año.
Quizás si comenzamos por nosotros mismos a mirarnos, hablarnos y escucharnos de otro modo, nos permitiremos un diálogo que nos aproxime a las personas con las que convivimos y les comunicaremos»con ternura» lo mucho que nos importan y el lugar tan privilegiado que ocupan en nuestra existencia. Una bella manera que nuestras relaciones se recarguen de vitalidad.Familia C.30
29 de julio de 2001.
¿Cuántas veces escuchamos hablar a un marido o a su mujer de lo que ama uno en el otro, de lo que estaría dispuesto a hacer por sus hijos? ¡Casi nunca! Tienen que ocurrir grandes tragedias para que esos temas suban a la boca.
Lo mismo ocurre con los jóvenes. Casi nunca cuentan qué es lo que de verdad sostiene su vida, cuáles son sus ilusiones y sus ideales.
Se comenta quizá la última película que se ha visto, pero no se habla de lo que es «eje central de nuestra existencia».
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué es lo que atenaza la garganta para que no podamos proferir palabras que alegren al que se ama?
Lo malo es que todo en lo que no se participa, las cosas que no se conviven, se van muriendo y terminan por desaparecer, primero de nuestra conciencia y, después, del alma. De este modo nuestro entorno va quedando yerto y se agosta el corazón.
¿No será conveniente cambiar “algo”, dar un giro a nuestro nivel de comunicación, antes de que el corazón se nos muera del todo?C.01
Deja una respuesta