07 de abril de 2002.
Me gusta escribir. Me gusta escribir a una sombra. También, a alguien que pasó cerca de mí y me alcanzó con su ternura. Me gusta dirigirme a la fe, a esa fe misteriosa, difícil de calibrar, casi mágica. Me gusta escribir al esfuerzo de comunicación que he ido tejiendo a lo largo de la vida. Y, cuando escribo, encuentro una disculpa para la esperanza o para el desamor. No sé si pongo frases encogidas y tambaleantes o frases de gran contenido.
La mayor parte de lo que se escribe pasa por nosotros como pasa la noche, sin saberlo, sin saborear el tiempo, si advertir el calor o la vida que laten en las palabras, el aliento de quienes las escribieron. A veces cometemos una torpeza con nuestros “escritos” y nos queda en la boca el gusto amargo de haber perdido una oportunidad. Añoro los años en que me escondía para escribir los poemas garabateados en tardes de lluvia. El amor de la tierra mojada tiene una fuerza especial, fuerza para hacer que surjan en el alma sensaciones desconocidas.
Siempre estaré en deuda con mi imaginación y quisiera aprovechar este recuerdo para darle las gracias, por haber pasado cerca, por alcanzarme con su ternura y por ayudarme a echar fuera la carga que llevaba en el corazón. Sí, me gusta escribir aunque sea sólo a una sombra.C02
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