14 de diciembre de 1997.
Existen sustancias que, introducidas en el organismo de cualquier forma, ocasionan la muerte o grandes trastornos. Son nocivas para la salud y pueden causar también un daño moral. Para contrarrestar sus efectos se administran antídotos que no siempre resultan eficaces.
Hay un veneno específico que se instala en el alma y no existe médico que sea capaz de combatirlo. Me refiero al rencor. Una vez que se le ha dejado entrar, llega al corazón y empieza a descomponerlo hasta que acaba pudriéndolo. Quien lo padece, se transforma ante la persona que es raíz o motivo del resentimiento y ya no logra ser feliz porque su paisaje interior está lleno de disgusto y de deseo de lo peor hacia todos los que en la vida parecen disfrutar de mejor suerte.
El profesor Enrique Rojas dice que el resentimiento es la antesala de la envidia y el principio desencadenante de un afán reivindicativo. Según el mismo profesor Rojas, el rencor o resentimiento es un pesar que se produce como consecuencia de algún fracaso personal. El rencor y el resentimiento polarizan a la persona en la crítica, en el ataque y en la agresividad sistemática hacia los otros.
Rencor, resentimiento… Ando buscando una palabra que vaya en contra de este veneno fatídico. Temo que no se haya encontrado aún el antídoto para combatir este «veneno» que anda suelto desde el principio de la humanidad, pues Caín fue su primera víctima.C.97
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