12 de noviembre de 1996.
Érase una vez una mariposa de colores. Sus alas refulgían a la luz del sol. Alegre, libaba en las flores que encontraba, hasta que un día se posó en una muy bella, la más bella de todas las que había visto, con tan mala fortuna que acabó en el suelo batiendo sus alas en el estertor de la muerte.
No hay ninguna actividad que me permita acercarme a un estado de quietud en el que, aunque sólo un instante, se alejen de mí los recuerdos tristes. ¿Recordáis la película «El tercer hombre»? Dejó en mí un gran impacto, pues el tema tenía un trasfondo cruel que me hizo pensar con gran tristeza en la manipulación de la vida de niños indefensos y enfermos. Harry Lime (Orson Welles) el protagonista de la película, es un traficante de antibióticos adulterados al que no le importa para nada la suerte de aquellas criaturas mientras él siga guardando en el bolsillo sus asquerosos dólares.
Desde la noria gigante del Práter de Viena, invita a su amigo, ajeno a tal infamia, a contemplar la gente, que desde arriba, por la altura, parecían hormigas. «¿Darías tú un dólar por cada una de esas criaturas que se mueven allá abajo?» Atónito, el amigo no encuentra palabras para responder.
Mientras, en el hospital morían niños por no obtener la medicina adecuada. Un oso de peluche permanece en el suelo y una cuna, vacía ya, espera ser ocupada por otro ser infeliz que recibirá el remedio adulterado por quien, a cambio, embolsará su puñado de dólares. El film refleja una realidad ya pasada. Pero dudo que hoy no sigan ocurriendo hechos de tal crueldad. C96
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