En el santo de mi padre

19 de marzo de 1995.

Padre:

Aunque tarde, voy a escribirte la carta que nunca te escribí. Siento la necesidad de escribirte lo que hubiera debido decirte antes y que no pude o no quise o simplemente no se me ocurrió.

Desde pequeña, has estado ahí, como una figura muy importante, la más importante para mí. No eras solamente un padre, tú eras otra cosa. Eras tú incluso cuando el rencor nos separaba, como a tantos padres e hijos. Sé que también yo era muy importante para ti. Mi primer patín, la primera bicicleta, las muñecas de trapo: me parecían los mejores juguetes del mundo. Los buenos recuerdos de mi infancia y de mi juventud están unidos a ti.

Pero creo que alguna vez me has fallado, a pesar de todo lo que has significado para mí. Nunca dijiste  un «no a tiempo», nunca fuiste exigente con mis estudios, nunca fijaste unas normas. A tu lado pude hacer siempre lo que quise. Me dolió cuando me mentiste, cuando te fallaste a ti mismo. Me dio mucha rabia no poder dejar de quererte a pesar de todo. Como ahora me duele haberte hecho sufrir, porque lo peor es que lo hacía a conciencia. Era mi derecho a la venganza, al pataleo.

Hoy no haría muchas de aquellas cosas. Y quiero pedirte perdón. El que tú fueras así, como eras, me ha hecho a mí como soy. Siento que te fueras tan pronto dejándome un vacío tan grande. ¡Qué cierto es que el cariño que ponemos en alguien no puede ser reemplazado por ninguna otra persona! El hueco siempre quedará ahí.

Por eso quiero darte las gracias por ser mi padre, por tu forma de ser y hacer, por los buenos y también malos recuerdos. Es una herencia que nadie me podrá arrebatar y que con nadie tengo que compartir. Por tantas cosas, GRACIAS, padre. C.95

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: