10 de diciembre de 1995.
A lo largo de mi vida me he preguntado muchas veces si la humanidad, las personas que conozco, son buenas o malas. Probablemente hay tantas respuestas como seres humanos pueblan el mundo. Pero de la respuesta que demos a esa cuestión depende en gran parte nuestra postura ante la vida.
Mirándome a mí misma, con el paso del tiempo he ido cambiando mí juicio sobre las personas que conozco.
De pequeña, todo el mundo me parecía bueno, aunque había algunas, mínimas excepciones. En la adolescencia cambié totalmente el rumbo y me fui al otro extremo: el mundo me parecía perverso e, incluyéndome a mí misma, los seres humanos éramos sólo basura. Más tarde empecé a distinguir entre la gente en general y algunas personas en particular. Después pasé a compadecerme de la humanidad. Ya no veía a la gente buena o mala, pues sencillamente los conceptuaba como niños que se ensucian jugando. Hoy me he vuelto más positiva en mi juicio sobre la humanidad. Creo que en el mundo conviven buenos y malos, aunque creo que son más los buenos, a pesar de la presencia más escandalosa del mal.
Me llevo tantos desencantos cuando trato con la gente y pienso que quizá cometemos el mal por torpeza o por inconsciencia. Pero casi es mejor llevarse una desilusión por confiarse demasiado que pasarse la vida a la defensiva creyendo que alrededor sólo nos rondan monstruos malvados.C.95
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