15 de junio de 1997.
Iba de prisa, porque comenzaba a llover, cuando alguien se cruzó en mi camino. Buscaba una limosna, pero antes quiso contarme una historia que él había contado a sus hijos, al verse en la necesidad de pedir por las calles:
«Había una vez un rey que poseía todos los bienes imaginables y no se negaba ningún capricho. Pero, como se aburría de muerte, pidió a su hombre de confianza que buscara a alguien capaz de regalarle, algo, aunque fuera de escaso valor, que pudiera hacerle feliz tanto en tiempos buenos como malos. Todos, los consejeros del rey se pusieron a cavilar el regalo que podría hacer feliz al rey. Al fin a uno se le ocurrió encargar a un joyero un anillo de oro que, en su interior, llevase grabadas estas letras: T.E.C.S.P. Al recibir el anillo, el rey preguntó ofendido: -«¿Qué quiere decir esta paparrucha?» -«Majestad -le contestó su jefe de cámara- me pediste un regalo sencillo que valiera tanto para tiempos malos como para los días felices. Las letras que lleva el anillo en su interior quieren, decir: T es de todas; E es de estas; C, de cosas; S, de son; P, de pasajeras. “Todas estas cosas son pasajeras”, lo mismo los males que los bienes». El rey agradeció a sus consejeros aquel anillo que llevó puesto siempre hasta su muerte».
Cuando acabó su relato, aquel hombre extendió su mano para recibir mi limosna. Creí ver brillar en su dedo un anillo de oro. Seguí andando de prisa porque ya caía un fuerte aguacero. C97
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