14 de marzo de 1999.
Hasta en las fases turbias, en las más turbias, hay en nuestro interior zonas que destellan claridad. Amar será siempre preferible a odiar. La paz es siempre mejor que la violencia. Tender la mano a alguien que cae a nuestro lado será siempre mejor que pasar de largo, como si nada. Una sonrisa es siempre mejor que un gesto avinagrado. Colaborar para el bien será infinitamente más valioso que vaguear o rezongar. Esta lista de metas positivas pone luz en nuestro camino y nos orienta hacia un horizonte más feliz.
El deber cumplido nos da gran satisfacción. Pero es sólo una pieza en el mosaico de la dicha. La felicidad no la alcanzamos de una sola vez, sino que hemos de conquistarla día a día, estando siempre en guardia contra los altibajos de humor. Hemos de estar prontos para pedir ayuda y apoyarnos en el hombro de quien vive a nuestro lado, pues nunca alcanzaríamos la felicidad por nosotros mismos. Con la ayuda de los otros, avanzando sin miedo, podremos dar gozosamente sentido a nuestra vida.
Dios inventó el amor y la amistad y no se pone ante nosotros de brazos cruzados ni con las manos cerradas. En las fases de la vida en que no sabemos, en las que muchos de nosotros vivimos confusos y casi ni logramos distinguir entre el bien y el mal, en esas fases de “enturbamiento”, cuando echamos en falta una mente clara y un corazón entero, cuando de nuestro interior brota solamente la violencia, el egoísmo, cuando necesitamos más fraternidad, amor y compasión… nos dirigimos a Él pidiéndole que venga en nuestra ayuda para fortalecer las tendencias positivas y contrarrestar las inclinaciones enfermizas. C99
Reflexiones de mi Abuela 
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