Reflexiones de mi Abuela

14 de febrero de 1999.

El Aspergillus es un hongo dañino, del género de los Ascomicetos. Al microscopio, su aspecto presenta una bella forma. Tras la espléndida apariencia, se oculta un microorganismo que puede poner fin a una vida humana. Tras su cara, oculta sus malas intenciones.

Algo parecido sucede con la gente que se pone una máscara. No me gustan las máscaras, como no me gusta la gente que no dice la verdad, cuando tiene que decirla. Las caretas suelen estar adornadas de lentejuelas y chispitas de purpurina, que deslumbran. Son atractivas, de colores llamativos sobre cartulina pintada de blanco. Por algún tiempo ocultan la cara de quien la lleva, generalmente alguien que busca compañía.

Quizá eche de menos los viajes, los atardeceres, las personas que en otro tiempo le hicieron reír, las que con gusto se acercarían a secar sus lágrimas. Echa de menos el crepitar de los leños en la chimenea durante las tardes invernales, charlando de infinidad de cosas, con una copa en la mano. Quien vive con una máscara, echará en falta, sobre todo a ciertas horas del día, lo que se llama “vivir en común”. En el fondo le aburre llevar su careta, pero le parece que consigue engañarse a sí mismo y engañar a los demás.

También el Aspergillus busca compañía. Pero no sabe que, si se le despoja de su bonito aspecto, su vida sería efímera. Amenazados por su peligroso “quehacer”, no tenemos más remedio que barrerle del hábitat húmedo en que tan a gusto se desarrolla.C.99