Milanos al viento

01 de octubre de 1995.

Prisioneros, inician un extenuante trabajo de liberación. Lentamente se vuelven sobre sí mismos, dan pequeñas sacudidas a derecha e izquierda, adelante y atrás, hasta que logran desprenderse de la planta. De niños intentábamos cogerlos precisamente en ese momento en que inician su singular danza en el viento e inventamos un juego: después de tenerlos aprisionados en el puño bien cerrado, debíamos expresar un deseo y a continuación abrir la mano, soplarlos y dejarlos de nuevo en libertad. Así llenábamos el cielo de «deseos secretos», pues era condición indispensable guardar riguroso silencio sobre lo que habíamos pedido al milano. Aquel juego nos enseñaba a mantener un compromiso adquirido de guardar un secreto.

¡Cuánto nos cuesta, de mayores, cumplir ese compromiso! Basta tener algo que debemos reservar para que de inmediato nos queme dentro de la cabeza y nos falte tiempo para divulgarlo a la primera ocasión. Aunque sepamos que tarde o temprano la divulgación del secreto traerá malas consecuencias, ¿No podríamos volver a la infancia? Coger en el aire ese milano que gira y gira, apretarlo en la mano y soltarlo con nuestro secreto. Aunque parezca volver a nuestro juego infantil, volveríamos a saber guardar los secretos. Porque cualquiera puede marcar el compás, pero…C95

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