El perfume de la vida

16 de junio de 1996.

“He puesto una rosa en tu tumba para ver si su perfume cuenta lo que ya no tiene voz».

Este pequeño poema me lo ha inspirado un frasco vacío que hace tiempo contuvo perfume. Al destaparlo, me ha evocado momentos pasados. Es cu­rioso cómo, un aroma puede traerte de nuevo escenas de tu vida en las que, vuelves a vivir la exacta sensación de aquellos sueños fulminantes, de la adolescencia cuando, sin querer, nos quedábamos dormidos sobre los libros aspirando solo ese característico olor de la página impresa. A través de los párpados cerrados revivimos el puro sentido del ser que parecía olvidado.

Hay personas de las que se dice que no llevan nada interiormente, que están vacías. No creo que pueda ser cierto. Me parece casi imposible que alguien no conserve en su interior el aroma de su vida pasada. Es imposible que alguien llegue a borrar toda huella del tiempo vivido. Aunque asegure que no quiere recordar, ¿es que a esa persona no le queda el perfume de sus años felices, de los momentos amargos, de la alegría que experimentó ante la contemplación de una hermosa pintura, de una maravillosa flor?

Quizá esa persona, pretenda escudarse tras una sólida barrera para vivir ya otra vida que considera mejor. Pero en el fondo del frasco quedará siempre la fra­gancia -quién sabe si ya evaporada-, que un día abandonó con sus ideales en el poso de lo que ella misma fue.C96

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