11 de junio de 1995.
Hoy he visto a alguien que llevaba en la cara la mueca de la infelicidad y del desengaño. Yo creía poseer algo así como la llave secreta que puede abrir la puerta del conocimiento de los estados de ánimo de mis amigos y también de la gente que aún me falta por conocer. Creía que con una actitud positiva hacia los demás obtendría ese clima de alegría que se refleja en unos ojos sonrientes. Pero no. Es triste para mí no saber conseguir en ciertas personas esto tan apreciado que es la sonrisa. ¡No contaba con el enojo de lo que provoca en los que viven a su lado esa mueca de desilusión!
Es como esa estratagema de la naturaleza que escasamente alcanzo a comprender. La marea sube y baja. Pasa el invierno y llega el verano. Cuando declina el otoño, retornan los fríos. Dentro de nosotros sentimos como una rueda que pasa constantemente de la alegría al abatimiento. Como si lleváramos en nuestro interior el cambio de tiempo. Si ofrezco a los que me rodean tinieblas y pesimismo, ellos verán acrecentada su tristeza. Si trasmito gozo y entusiasmo, ellos verán estimulado su gozo de forma que así veré también duplicada mi cosecha de optimismo y fidelidad. Si experimento un pesar como he experimentado en el día que finaliza ahora, me entristecería no saber trasformar en gozo esa mueca de infelicidad. Me queda la inquietud en el alma por no haber logrado hacerle sonreír. Y yo creía poseer la llave secreta que abre la puerta de los estados de ánimo de mis amigos.C95
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