28 de mayo de 1995.
Los que no encuentran sentido a su vida y viven aburridos sin imaginar la vida como una apasionante aventura son por lo general quienes viven encerrados en ellos mismos, negados a la comunicación y a la enseñanza que recibimos viviendo abiertos a los demás. Una persona sabe lo que ha aprendido y lo que luego logra combinar diversamente a partir de lo que le enseñaron. De la misma manera que transforma en algo suyo el alimento común, modifica a su modo los datos de la educación, de las lecturas y de los contactos personales que constituyen su cultivo intelectual.
Nunca valoraremos bastante todo lo que podemos aprender de los demás. Tanto o más que las lecturas, nos enseña la comunicación con las personas que nos rodean. Por eso es tan importante comunicarse o simplemente hablar para manifestar lo que cada uno siente, lo que opina, compartiendo las propias opiniones con las de los otros. Es lamentable que para muchos la verdadera comunicación haya pasado ya a mejor vida. Nos cruzamos palabras o frases, pero pocas veces hablamos y nos escuchamos. Rara vez nos sentamos para conversar tranquilamente. Perdemos así la gran ocasión de enfocar la vida no sólo con nuestros ojos sino también desde diferentes puntos de vista.
Me gusta poner atención cuando alguien se acerca a mí y me expone sus problemas o su forma de sentir la vida. Aunque no hiciera más que ofrecer mi comprensión, ese rato de conversación estaría más que bien empleado. Al menos en esos momentos dejaría de sentir vacía mi vida y recuperaría el gran valor de las conversaciones combatiendo mi posible aburrimiento.C.95
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