Aceptación

05 de febrero de 1984.

Me han causado siempre gran respeto los enfermos, los minusválidos, todos los que la Naturaleza ha como maniatado.

Pero más que respeto es asombro y admiración lo que siento por aquellos que logran superar esa amargura de la enfermedad. Aquellos cuyo coraje es más fuerte que su dolencia.

El hombre es como una barra de acero que, si está sostenida por un alma entera, jamás será doblada por la adversidad.

Hay demasiada gente que se dedica a mendigar compasión, a pedir a los demás unas muletas, cuando su sola voluntad podría curarles. Pero, ¿cómo pedir a los enfermos más de lo que hacemos los sanos?

Un sano mediocre puede ir tirando. Un enfermo mediocre se hunde. Ellos necesitan el doble de voluntad que nosotros. Pero ¡qué maravilla cuando lo consiguen!

Cómo no va a querer curarse el paralítico cuando Jesús le dice: ¿Quieres ser curado?

Parece una pregunta tonta y, sin embargo, lo cierto es que hay quienes se refugian en su enfermedad o en su trauma y terminan por acariciarlos como si de un gato mimoso se tratara y no aceptar la enfermedad para avanzar.

Querer curarse me parece la mejor de las medicinas. Y, aunque absurdo, no la más usada. Hay demasiadas personas, desgraciadamente, que se dedican a lamerse las llagas en lugar de ponerse en pie a pesar de ellas mismas. Son gentes que se escudan detrás de la mala suerte o de las dificultades de la vida siendo prisioneros de la resignación. C.84

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: