A mi hija Rocío (Manuel, 8 de junio de 1993)

10 de Junio 2018.

Hace 25 años, mi abuela, C.30, escribió en este breve  y sin embargo,  un grande e inolvidable microrrelato, sus emociones , su ternura y su agradecimiento por el nuevo ser que vino al mundo.

Ahora , hoy en este preciso instante soy yo el que quiero darle las gracias compartiendo este maravilloso regalo. Y me doy cuenta realmente de su gran corazón que poco a poco  ha ido llenando a  lo largo de su vida de ese infinito  amor  y que  nos ha repartido «siempre»con su inagotable generosidad. (M.2018)

20 de junio de 1993.

Fue un instante supremo, como un milagro sin límites. Tú, nuevamente madre, sonreías, pues el cántico de la vida te hacia abrir los brazos como implorando con una oración sin palabras, porque el mismo silencio era voz del amor.

Dentro de mí gira una rueda que pasa constantemente de la tristeza al gozo, de la alegría a la depresión, de la felicidad a la melancolía. Muchas veces he querido buscar una fórmula para hacerme dueña de mis emociones, a fin de no enredarme en ellas y hacer que cada día sea más provechoso.

Hoy,ha vuelto a brotar una nueva rama del árbol de la vida. Como si mi sangre perdiera su viejo peso. Mi rueda interior gira de la alegría a la felicidad, de la felicidad al amor y del amor al llanto que produce la sonrisa de tu hijo recién llegado al mundo. Hoy, he vuelto a aprender que un minuto puede llenarse con un nombre. Que el asombro es el milagro de nuestra misma vida. Que vivir es ser capaz de asombrarse ante el poder de Dios. (C.93) 

 

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