08 de noviembre de 1987.
Ningún ser humano pasa mucho tiempo sin que se le venga al suelo alguno de sus sueños.
Hay momentos en los que parece que la crueldad se ciñe sobre nosotros para irnos cortando hoy una esperanza, mañana uno de los pilares en los que se apoyaba, o parecía apoyarse, nuestra misma existencia…
Pero la gran lección que nos da la vida es que el ser humano tiene al menos el doble de la capacidad de resistencia que uno cree tener. Si le cortan un ala, aprenderá a volar con la otra. Si le cortan las dos, aprenderá a caminar. Sin piernas, aún podrá arrastrarse.
Hasta que, sin fuerzas para volar y caminar, sin gestos para sonreír, le quedará la capacidad de soñar.
¿Cuántas veces, al cerrarse una puerta que parecía la elegida por nosotros, no se nos abre otra no menos “vividera”? Un hijo nuestro nos dice: “El futuro está muy difícil para los jóvenes. ¿Para qué estudiar?” La solución debería ser la contraria: precisamente porque el futuro está mal, hay que esforzarse más e intentarlo una y otra vez.
Yo me pregunto si es lícito adoptar la respuesta más cómoda que es «tirar la toalla» y abandonar la lucha. Creo que el mundo está lleno de puertas para quien confía que Dios está tras ellas esperando que tú te levantes del butacón del resentimiento en el que te has arrellanado lamiendo tus desventuras.C.87
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