11 de mayo de 1986.
Al parecer, nos ha tocado vivir en un mundo de mil colores, como si de un montón de naipes se tratara.
Me pregunto si otras generaciones han sufrido la desorientación que experimentamos en nuestros días, desconcertados ante la marcha del mundo, con la sensación de que la velocidad se nos escapa bajo los pies.
Porque nuestro problema no es que vivamos en un tiempo bueno o malo, sino que no sabemos dónde estamos, adónde vamos.
Para nuestros antecesores, el tiempo discurría lento como un río. Pero para nosotros parece haberse convertido en una catarata.
Ocurren más cosas de las que podemos asimilar. Me atrevería a decir que hay algo en nuestro mundo más profundo que la misma velocidad del cambio.
Convivimos con ideas del siglo trece, mezcladas con otras del siglo dieciocho e incluso con ideas que intuimos son más bien del siglo veinticinco.
Esta mezcolanza de vivencias , de ideas produce nuestro desconcierto y esa sensación dramática de incertidumbre que vivimos.
Tal vez lo que ocurre no es nuevo. No es que sea el mundo de hoy peor que el de ayer. Es que ahora lo malo ha salido a flote y se advierten con más dificultad los valores positivos: el amor, la fe. la belleza, el trabajo, la amistad.
A pesar de todas esas contradicciones de nuestro tiempo, en él se puede amar, se puede creer, es posible sumergirse en la belleza. Por eso sigue siendo encantador vivir en este mundo que nos ha tocado, aunque sea un mundo de mil colores. C.86
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