17 de enero de 1993.
Como hermanos, todos los seres humanos somos Iguales. Pero cada uno de nosotros es diferente de todos los demás. Nunca ha existido otra persona con mi corazón, con mi mente, con mis ojos… Nadie ha podido ni puede ni podrá caminar y moverse y pensar exactamente igual que yo.
Pero mi habilidad, mi mente, mi corazón y mi cuerpo no servirían de nada si no les doy el destino para que el yo misma he sido creada. No estamos por casualidad en el mundo. Hemos recibido la vida con un propósito, el de crecer hasta alcanzar la medida de nuestro ideal, hasta convertimos en montaña y no encogernos como un grano de arena. Se me han dado unos ojos para que se abran incesantemente a la luz, una mente para pensar y percibir que hasta mis decaimientos son grandes oportunidades.
¿Qué hubiera sido del gran compositor renano si no hubiera sabido aprovechar sus posibilidades, su maestría de compositor? Nos hubiéramos quedado sin su Quinta Sinfonía, esa creación maravillosa en la que, al mar de dolor y cólera que le anegaba, antepuso sus sueños y entusiasmos más queridos. Las primeras notas del Allegro con brío nos demuestran toda la fuerza con que el destino llama a nuestra puerta.
Ni los animales, ni el viento, ni las rocas, ni la lluvia tienen un principio semejante al que está en el origen de nuestra vida. Los seres humanos fuimos concebidos por un designio de amor y hemos venido a este mundo con un propósito. Por eso la persona es el milagro más grande de todo cuanto existe. En este sentido somos el milagro mayor de la naturaleza. Esa es la razón para seguir manteniendo confianza en la victoria de la humanidad sobre sus mismos errores. La naturaleza no conoce la derrota, pues, pasando el tiempo, al final emerge siempre victoriosa. Pensando así, la próxima lucha conmigo ya no me resultará tan difícil.C.93
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