06 de junio de 1993.
¿Por qué nos gusta tanto que nos agradezcan los favores que hacemos? Por dos razones: primera, porque todo corazón necesita recibir amor por amor; segunda, porque el agradecimiento no es, por desgracia, demasiado frecuente en este mundo. Trabajar o amar para recibir algo a cambio, me parece bastante despreciable. Hemos de hacer las cosas por el fin que se contiene en ellas mismas, no porque alguien nos los vaya a agradecer.
Pero, ¡qué hermoso es que alguien nos responda agradecido! ¡Cuánto más y mejor amaríamos todos si pudiéramos palpar el fruto de nuestro amor! Lo más común es que se descuide la primera asignatura del auténtico amor, que es el agradecimiento. Hay por ahí centenares de personas que, después de haberse dejado la piel en generosos ejemplos de solidaridad, no encuentran más que olvido. Costaría tan poco un detalle para llenar el corazón de quienes se han desvivido por amar y servir, prestándonos un favor o tendiéndonos su mano para sacarnos de un apuro. Con una palabra oportuna que dijéramos, se sentirían más que satisfechos. Un gesto o palabra es como la llave que, con una simple vuelta, abre los más duros corazones.
¿Cómo agradeceríamos a Dios el don maravilloso de la vida? Nadie podría soñar en agradecérselo con un detalle proporcionado con su don. En realidad, como las almas nobles, tampoco espera nada a cambio. Pero sí se alegrará de ese pequeño detalle de gratitud que demuestra la nobleza de nuestra alma y el amor que alienta en nuestro corazón. Lo bueno del amor y del agradecimiento es que ambos son gratuitos y, de alguna manera, también absurdos, porque valen muchísimo más de lo que aparentan.C.93
Deja una respuesta