Noviembre

14 de noviembre de 1993.

No deberíamos dejar pasar este mes sin recordar a las almas de los difuntos que esperan nuestra plegaria. Los cementerios están estos días repletos de rosas, de claveles, de oraciones. La meditación ante las tumbas de nuestros difuntos es también una forma de llegar, una manera de viajar hacia nuestro interior para asomarnos a ese mundo desconocido. Quizá por eso nos asusta el ejercicio de la meditación, porque es el método mejor para llegar a conocer el valor de nuestras cosas, y para conocemos a nosotros mismos.

No es la muerte lo que nos separa de las personas que amamos. Es la selva de nuestra propia mente o el desierto de nuestro corazón, por los que nos extraviamos buscando la frontera de lo invisible. La meditación nos ayuda a descubrir nuestros sueños perdidos, a volver a vivir con los que se fueron. Por la meditación ante los muertos recuperamos muchos momentos olvidados y casi sin darnos cuenta surge en nuestros labios la plegaria llena de amor. Porque la muerte y el amor compaginan fácilmente. Quizá sea ésta la razón por la que, sobre todo en estos días de Noviembre, en los cementerios se amontonan las flores y reina el silencio.C.93

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