“Sean nuestros hijos como plantas florecientes en su juventud”

17 de mayo de 1992.

Han vuelto las golondrinas otra vez este año. Quizá peque de cursi ante vosotros, los jóvenes que aún no habéis notado ese pequeño aguijón en el corazón al sentiros enamorados. Pero no me resisto a la tentación de observar a los que habéis ido creciendo a mi alrededor, al veros tan transparentes, tan claros como la yedra que se renueva en primavera.

Dice el Salmo que “el hombre es semejante a un soplo, que sus días son como una sombra que pasa…”. Y es verdad. Hace poco, casi nada, erais tan pequeños que ni podíais pensar que llegarían estos días luminosos en los que vuestro corazón late fuertemente ante la persona que tenéis enfrente. Sin saber por qué, no encontráis palabras para expresar lo que el alma siente. Quizá, cuando llega la noche, esa intranquilidad no os deja conciliar el sueño. Así tienes la mirada perdida. La laxitud que te envuelve no es la que tus miembros normalmente disfrutan. Tienes esa quietud que proclama a gritos que estás enamorado.

Que Dios bendiga el espíritu que te hace ver a la persona amada como envuelta en un halo de luz y que pone en tus ojos un brillo de ternura. Sin embargo no confundas este sentimiento con aquel otro que está más allá, ese sentimiento que despojaría tu vida de lo más bello del amor. C92

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