26 de enero de 1992.
Me alegra mucho escuchar a alguien que les inyecta a los jóvenes optimismo y esperanza para mirar su futuro. Yo les aconsejaría que no hagan caso de esa filosofía derrotista de que somos como gotas perdidas en el mar o un número más en una lista sin fin. Una persona es mucho más. Puede que los jóvenes de hoy tengan que vivir un poco más cuesta arriba que nunca; pero quienes se atrevan a subir esa cuesta se encontrarán en la cima con un futuro por el que vivir y luchar.
La filosofía derrotista incita a los jóvenes a no luchar, ya que se da por supuesto que todo terminará en fracaso. Produce la apatía en lugar de incitar a la responsabilidad. La experiencia demuestra a diario que un joven con audacia y decisión termina siempre por triunfar. Tal vez no sea a la primera tentativa. Pero de pronto tendrá la alegría de ser buscado para alguna empresa o puesto importante. Solamente los cobardes y mediocres se amparan en la filosofía del “aquí no hay nada que hacer”.
Es falso atribuir siempre el fracaso a factores externos a nosotros mismos. Hay que tener valor para mirarse en el espejo y reconocer que nosotros podemos ser nuestros peores enemigos de nosotros mismos. Como también podemos ser nuestros mejores amigos, si, en lugar de seguir a los pesimistas con sus teorías, nos decidimos a tomar la vida con ambas manos y nos ponemos a la tarea de construirla año tras año desde el primer momento de la mañana y hasta el final de la tarde. C.92
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