Esto que soy y esto que seré

30 de junio de 1991.

He estado pensando en estos últimos días de curso tan agobiantes y tan desesperadamente calurosos en los alumnos pendientes de “aprobados” y “suspensos”. En casi todas las casas se vive la angustia con los hijos, macilentos y enclaustrados, hincando los codos como no los hemos visto en meses anteriores en los que la tranquilidad de ver de lejos el precipicio les curaba del vértigo que produce la responsabilidad ante el futuro.

A todos nos gustaría conquistar nuestro puesto en la vida de un solo golpe, incluso a través de un gigantesco acto de heroísmo, para lograr de pronto lo que nos proponemos ser: músicos, médicos, ingenieros, Pero todo esto supone horas y horas de estudio. ¡Cuántas veces se piensa volver atrás y abandonar el campo de batalla!

También los árboles quisieran llegar a ser altos en una sola mañana, romper la corteza de la tierra y tener a las pocas horas la gloria de la fruta pendiendo de sus ramas, sin conocer heladas, sin la lenta y arriesgada maduración, sin tener que ir acumulando costosamente el sabor y el jugo. Se sueña en un día, se construye en muchos años. No hay que lamentarse del trabajo por hacer. Hay que vivir amando alegremente el diminuto e infinito presente que nos ha sido concedido sabiendo que eso es ya magnífico. Magnífico todo: esperar, llorar, cansarse, sufrir, rezar, meditar, pensar, estudiar, disfrutar, reir…C30.

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