¿Flores marchitas?

26 de mayo de 1991.

Voy a atreverme a haceros una pregunta: ¿Cómo estáis utilizando los frutos que han madurado de vuestra vieja juventud? No se puede presentar como fruto lo que en realidad no es sino un resignado cansancio de flores que hace décadas que se marchitaron.

Lo más importante de la juventud es preparar una gran cosecha. Del entusiasmo de los años jóvenes han de brotar la paz y la serenidad. De la ilusión que hacía verlo todo color de rosa debe nacer la lucidez. Del optimismo con que se acometía cualquier empresa ha de nacer la esperanza. De la risa fácil y contagiosa ha de madurar el sentido del humor. Del vigor y el ímpetu de los años mozos ha de resultar la dulzura. De la alegría de vivir, el gozo de haber vivido. De la necesidad de amar y sentirse amado,  la fuerza interior para vencer el egoísmo. ¡Qué dicha si ancianos o menos ancianos llegamos a conquistar la paz, la lucidez, el sentido del humor y el gozo de vivir y haber vivido!

¡Qué torpeza si, por el contrario, de nuestra juventud solamente hemos recolectado un pequeño amasijo, mal conformado, de nervios, de tozudez, de humor avinagrado, de ideas petrificadas, de condenación de todos los que nos rodean, de amargura por culpa del más refinado de los egoísmos!

Para ti y para mí, la gran pregunta: ¿Hemos convertido en frutos las flores de nuestra vieja juventud? C.91

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