15 de octubre de 1989.
¿Quién de nosotros no ha recibido las mejores ayudas de gentes que saben sufrir con alegría o trabajan con esperanza? ¿Acaso vosotros creéis que los grandes avances del mundo los producen precisamente los poderosos, los listos, los santos?
Miro al mundo como a un gran taller en el que poco a poco se está tejiendo un misterioso tapiz en cuya urdimbre vamos dibujando todos una figura que solamente Dios ve. Nadie está solo. Todos sostenemos a todos. Nada importa que unos sean ricos, otros tontos y aquellos estén enfermos. Si este hilo que pongo hoy en el tapiz, no estuviera junto al hilo que pone mi amigo y junto al otro que pone quien está al lado de mi amigo, nunca conseguiríamos formar la escena que pretendemos representar en él. Es posible que mi alegría de hoy haya sido ganada por alguien que desconozco. El dolor, el fracaso, los mismos males hay que convertirlos en lo que son: trampolines para lanzar más lejos nuestras vidas, fuentes de reutilización de nuestras zonas olvidadas y oscuras. ¿Cómo puedo saber que mi lucha de hoy repercutirá en el progreso del mundo dentro de medio siglo? Efectivamente, ese hilo que pongo en el tapiz está dibujando una figura que yo sólo veré al otro lado de la muerte. C89 |
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