Ojos que juzgan

16 de diciembre de 1990.

Solemos decir: “Fulano me cae mal”. Y sin tener más motivos, creamos contra esa persona una serie de prejuicios que la mayoría de las veces están completamente infundados. Si nos hemos formado la idea de que esa persona es mala o antipática, ya puede ser una maravilla, que nosotros encontraremos la manera de interpretar tales gestos o tales palabras de modo que encajen en la idea que nos habíamos prefabricado. Y lo grave es que la mayoría de las guerras, de las polémicas, de las luchas humanas, están apoyadas en esos ojos que creemos tan “juzgadores”.

Vemos lo que queremos ver. ¿Y qué sacamos de todo esto? ¿Qué todo es relativo y todo es mentira? Tal vez no todo lo que nos digan nuestros ojos es mentira; pero es cierto que hay que ponerle siempre un poco de juicio a lo que nuestra mirada afirma. Tenemos que desconfiar, un poco o un poco bastante, de nuestras opiniones y pasarlas revista constantemente, estando alerta, controlando el cerebro para juzgar bien sus primeras impresiones. No haremos nada mal si tratamos de escuchar las opiniones de los demás para equilibrar las propias. Y en caso de tener prejuicios…, que sean siempre prejuicios hacia el amor y no hacia el odio, que sean hacia el bien y no hacia el mal.

Si alguna vez he de equivocarme, prefiero hacerlo como los niños, que tienden a ver el bien en todas partes. Si ven un paisaje abrupto, desértico, les da lo mismo. Pues ellos ven en él con su bendita imaginación, una pradera hermosa en la que pueden disfrutar y correr con los brazos abiertos al viento, sin pensar que entre la hierba crecen los cardos o acechan las piedras.C.90

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