15 de noviembre de 1992.
Era una barca vieja y abandonada en la playa, con su quilla reseca y resquebrajada por el sol. Únicamente la luna, con esa luz amarilla que a veces envía, sabe su historia. Había sido una barca hermosa pintada de verde y con un llamativo nombre de mujer escrito en su costado. A diario era arrastrada hasta la mar por su dueño, complacido al ver los surcos que en la arena de la playa iba marcando a su paso. La esperaba el agua cristalina. Entonces cerraba los ojos, al sentir que se hacía realidad su sueño de lanzarse a navegar. Veloz recorría la orilla hasta que el mar la mecía en sus olas y refrescaba el armazón aún caliente por el sol. Después volvía nuevamente a la arena para reposar hasta el día siguiente.
Había sido feliz con el marinero que la sabía llevar y hasta llegó a comprenderle cuando a solas contaba al viento sus placeres y sus penas. Ahora reposaba junto al viejo marinero también reseco y resquebrajado, mirando al sol, viendo pasar las aves rumbo a países más cálidos: el estruendo de los patos, el paso lento de las avutardas que esperan en el llano a las más retrasadas a fin de reemprender juntas el viaje.
Quién sabe si el viejo aún piensa volar también hacia otros límites en los que encuentre felicidad, pues en este lugar han fracasado todas sur empresas. Solamente le quedan sus sueños, en los que logra todavía imaginar las delicias de la vida. Pero el tiempo corre veloz y él cada día se siente menos fuerte para doblar la cintura y rehacer un mundo en el que percibir nuevos olores y nuevos sonidos. ¿Será posible cambiar la estéril herida de los crepúsculos y hacer frente a la libertad de la propia historia?
No. El viejo prefiere soñar con las nubes, al lado de la barca, su vieja barca. Seguirá irrumpiendo en los azules de la hora en que todos sestean, en los blancos del amanecer y en el cobre de la tarde, cuando el sol se esconde en el horizonte. Con sus ojos, ya incapaces de llanto, verá pasar como todos los años a los patos salvajes en bandadas ruidosas hacia otras latitudes…
(C.92)
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