El sueño

23 de febrero de 1992.

En este pícaro mundo no hay nada más lleno de paz y de gracia que la estampa de una madre susurrándole una nana a su pequeño. Con el corazón en calma, mira a su hijo en espera de que le llegue el sueño lleno de dulces caramelos… El hijo, apegado a los brazos de su madre como una enredadera, recoge en sus hojas la voz lenta, deja que sus ojos vayan emigrando, con los de la madre, hacia los más profundos anhelos.

¿Qué enigmas giran en esas dos almas unidas? ¿Quizá hojas secas? ¿Quizá un cielo soñado desde un navío o un campo avistado desde altas montañas, en el que más allá arde el crepúsculo?

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas y, por fin, galopa la noche sobre los párpados tiernos desparramando espigas azules en el agua del alma infantil. La madre enmudece ante el prodigio y pone en la frente del hijo su beso. ¿Hay algo más bello?

(C.92)

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