Yo pienso que…

12 de enero de 1992.

… hay un modo de lograr que cualquier animal de cuatro patas sea más importante que el ser humano: el no pensar. ¿Es posible que quien está dotado de inteligencia, con capacidad para pensar y discurrir, pueda pasar sobre la tierra sin preguntarse qué está haciendo aquí, hacía dónde se dirige, por qué lucha? ¿Es posible que un adulto no piense nunca qué va a dejar en el mundo cuando él se muera? ¿Es comprensible que jamás piense en su muerte y en las ilusiones que habrá cumplido o dejado de cumplir?

Y, sin embargo, existen personas que ni siquiera intentaron una pausa para reflexionar en silencio que están haciendo sobre este planeta. Como si pensar fuera cosa de intelectuales o de gente especial, no de la generalidad de los mortales. Yo no logro imaginar qué sería mi vida si excluyera a Dios de mi pensamiento. Saber que Él está ahí y me espera, tener la seguridad de que mi vida viene de Él y hacia Él va, me quita la angustia que de otro modo me produciría la existencia de un vacío en el alma.

Es cierto que junto con esa seguridad la fe plantea nuevos problemas, ya que me exige mayor compromiso con los valores de mi existencia. Si malgasto una vida que no tiene más destino que la fosa, no estaría tirando por la borda la misma eternidad. Vivir sin pensar hace que nuestra vida se torne baladí, sin sustancia. Esta es la manera de que cualquier animal de cuatro patas se haga más importante que quienes viven tan inútilmente su vida.

(C.92)

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