03 de febrero de 1991.
La felicidad humana está compuesta más que por grandes golpes de alegría, por pequeños gestos o detalles de amor o de belleza bien saboreados. Claro que es muy difícil hacer bien un pequeño gesto de amor y mucho más difícil saber entenderlo. Quienes no saben tocar el piano no conocerán nunca la energía y el trabajo que hay que desarrollar en los pianissimos. Un buen silencio es siempre más difícil que un buen sonido. Amar sin estridencias es mucho más dificultoso que lo que la gente llama “hacer el amor”.
Todos los que verdaderamente han amado saben que lo mejor de su historia de amor fueron las pequeñas cosas que diríamos intrascendentes, que pasan inadvertidas para quienes no saben entenderlas. La pequeña sonrisa, el tono de voz con que se dijeron en una tarde las palabras de siempre, el apretón de manos… Son cosas fundamentalísimas que la mayoría acaba por dejar de hacer como si fueran secundarias, pero que forman el Jugo auténtico de la vida humana. Quien posea el don de “saborear” estos detalles, nunca se sentirá solo. La soledad no es casi nunca falta de compañía; casi siempre es sobra de egoísmo.
El verdadero amor, el que ha ido construyéndose a base de pequeños ladrillos de amor diario, es una casa que nunca estará desierta. Bastará el recuerdo de una sonrisa, de una mano que durante un segundo aprieta nuestro brazo, para llenarla de un estallido de felicidad. Yo llamo a todos estos pequeños gestos “las dulces obligaciones” y tengo una agenda donde las voy apuntando una a una para saborearlas como un caramelo al final del día…
(C.91)
Son actuales los comentarios y muy ciertos. Es refrescante leer estos post que dan muchísimo valor.
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