Así como nosotros

24 de septiembre de 1989.

Perdonar es difícil; pero es una de las funciones más nobles del ser humano. Digo una de las más nobles, pero no quiero decir que sea extraordinaria y fuera de lo normal. En una persona humana lo normal, lo que sale de un alma limpia, es el perdón. La venganza sólo puede salir de lo que tenemos de salvaje e irracional.

A veces nos resulta difícil perdonar. Se hace más cuesta arriba cuando queremos perdonamos a nosotros mismos. Hay quien nunca sabe perdonarse sus propios errores. En realidad, el perdonar es una consecuencia del “comprender”. Quien haga un esfuerzo por comprender al ofensor, casi ni necesitaría perdonarle, porque realmente no llega a ser ofendido. La generosidad vence a la ofensa. Ya sé que a veces no todo depende de nuestro querer. Si a uno le falta el dedo de una mano, siempre lo echará de menos. Pero hay muchos males que nos siguen doliendo, no porque sean profundos o irreparables, sino porque nos empeñamos en alimentarlos dándoles vueltas y vueltas en nuestra memoria.

Lo más triste es vivir con el “perdono, pero no olvido”, porque es hacerse esclavo de inveterados rencores. En vez de lanzarse a vivir, se prefiere vivir encerrados en los malos recuerdos. Mejor decir “lo pasado, pasado está”. Nuestra alma es pequeña y, si la vamos llenando de rencores, no dejaremos sitio para el amor, la solidaridad, el perdón.

Dios no solamente perdona, sino que además olvida nuestros pecados. “Dios es amor”. Tiene que dedicarse ¡tanto! a amar, que no le queda ni tanto así de tiempo para recordar el mal.

(C.89)

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