Tropezar y avanzar

18 de junio de 1989.

Antes de madurar, el fruto es ácido. Nunca me ha dolido que los jóvenes también lo sean en su época de “inmadurez”. Admitir que sean amargos, pase. No que sean insípidos. Y hay que reconocer que aguantar la amargura juvenil es ya dura tarea para los que somos adultos.

En estos días debería estar “a la orden del corazón” animar al que suspende. Si a los ocho, doce o catorce años no se cuenta con la ayuda de nadie para compartir esa especie de desmoronamiento interior que traen consigo muchos suspensos, ¿para qué nos sirve la compañía de nuestros semejantes?

Debemos tener un respeto sagrado al dolor de los niños, a la frustración de los muchachos, a esa amargura que parece “atascar” el horizonte de la vida. Es la hora de explicar que también muchos genios tropezaron alguna vez en sus estudios. Que Severo Ochoa cosechó dos o tres suspensos en sus estudios de medicina. Que en el expediente de Lorca hay un suspenso en Historia de la Literatura Española. Pero los dos acabaron triunfando precisamente en ese campo en el que en una ocasión flojearon. Pero no se atascaron en aquel suspenso, sino que, al contrario, lo consideraron un estímulo. Como quien, caminando, sale más de prisa después de un tropezón. El suspenso es sólo peligroso cuando uno se ríe de él o se tumba encima de él.

(C.89)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: