14 de mayo de 1989.
Paseaba una tarde por una calle de Valladolid, cuando se me acercó una especie de santón que, a cambio de unas monedas, dejó en mi mano una hoja de papel en la que se describían las mil y tantas maneras de amar.
Aquella lista enumeraba una serie de pequeños gestos de amor, de esos que seguramente no cambian el mundo, pero que, por un lado, lo hacen más vividero y, por otro, estiran el corazón de quienes los hacen.
A partir de los consejos de aquel papel, quiero ofreceros esta pequeña lista:
- Por principio, piensa bien de todo el mundo.
- Sonríe a todas horas, con o sin ganas.
- Visita a los enfermos, sobre todo si son crónicos.
- Aguanta a los pesados y no los eches con cara de “perro”.
- Trata con antipáticos.
- Conversa con los sordos, sin ponerte nervioso.
- Anima a los ancianos con tus ocurrencias.
- Recuerda las fechas de santos y cumpleaños de tus amigos.
- Nunca grites. Manda con tonos suaves.
- Olvida las ofensas; sonríe especialmente a tus ofensores.
La lista sería interminable y ejemplos similares encontraríamos infinitos. Ya sé que son minucias, pero con millones de minucias como ésas, el mundo sería más habitable. El hombre que repartía aquellas hojas me sonrió desde la esquina de la calle, cuando vio con cuánta sorpresa y agrado iba leyendo su mensaje.
(C.89)
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