09 de abril de 1989.
Lo que peor entiendo es el aburrimiento, la decepción, ese suicidio gris de la amargura. Cada día deberíamos sentirnos más felices, más entusiasmados de vivir. Me encanta el simple hecho de vivir, no necesariamente porque las cosas me vayan bien. ¿Que pueden significar el éxito o el dinero junto al gozo sin límites de ser persona humana que vive y goza la suerte suprema de la vida misma?
Y lo que más me gusta de la vida es el tener que conquistarla día a día, que nunca nos la den entera, que la tengamos que arriesgar en cada hora, que tengamos en nuestra mano la posibilidad de moldearla, de llenarla o dejarla vacía según decidamos.
Este riesgo de vivir es lo que más me llena de entusiasmo, lo que hace que la vida sea como un juego continuo, una apuesta mucho más apasionante que el girar de la bola de la suerte en una ruleta. Por eso es tan triste que alguien en plena juventud sufra la necesidad de huir de la vida.
Sí, sabemos que la vida humana es como una brizna de hierba que el viento puede zarandear a su antojo. Pero al menos seamos como briznas de hierba decididas a enfrentarse con el viento. Nos vencerá algún día, pero no sin que nosotros hayamos luchado por defender nuestro puesto en este pedacito de tierra.
Siempre le ha preocupado a la humanidad el saber si hay vida después de la muerte. Pero, ¡cuántos se olvidan de conseguir que en ellos haya vida antes de la muerte!
(C.89)
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