El sol de frente

17 de enero de 1988.

Después de estos días de movimiento continuo, parece como si el alma se aletargara, como si quedara sin respiración. Haría falta un balón de oxígeno para reanimarla y volverla a su ser.

Pero hay que vencer esta fase de abatimiento a fuerza de voluntad.

No sé si es del caballo de Alejandro Magno del que cuenta la leyenda que nadie era capaz de dominarlo. El animal daba en el suelo con todos los jinetes. Pero su dueño, observándolo, dio con el secreto. Advirtió que cuando lo ponían mirando al sol, se tranquilizaba. De esta forma ya no veía su propia sombra y dejaba de espantarse. ¡Porque se espantaba de su sombra!

Algo parecido nos sucede a veces cuando caemos en esos miedos profundos. Son miedos que, mirados de cerca, se vencerían sin secreto.

Me gustaría decir, sobre todo a los jóvenes, que, aunque la vida parezca hundirse bajo sus pies al emprender la aventura, no es grave sufrir un descalabro. Tal y como están las cosas, ya es bastante suerte que salga bien una de las múltiples empresas que se comienzan.

Lo grave es asustarse y pensar que el potro de la vida es imposible de dominar. Lo que hace falta es mantenerlo siempre, siempre, de cara al sol.

(C.88)

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