Quien se mueve, alguna vez se equivoca

19 de junio de 1988.

Siempre habrá un riesgo de error en nuestras obras. Una de las primeras cosas que nos enseñan desde niños es a corregir nuestros yerros. El error, el fallo, es parte inevitable de nuestra condición humana.

No se puede ser a todas horas eminente y sublime. El genio más genial echa un borrón y hasta el ser más inteligente del mundo, con el coeficiente intelectual más alto, dormita de vez en cuando.

Los educadores dicen que es preferible permitir a un niño que rompa un juguete y enseñarle luego a componerlo. Siempre será mejor un juguete roto que no un niño roto.

No ha nacido el genio que nunca fracase en algo. Pero hay quien de sus propios errores sabe sacar buen partido y hay quien sólo saca amargura y desesperación. Por eso hay que enseñar que no hay vida sin problemas. No vale para nada llorar cuando se ha roto un juguete. Lo urgente es procurarse otro.

Grave es que, por un afán de perfección imposible, se rompe un corazón. De éste sí que no encontraremos repuesto en el mercado.

(C.88)

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