05 de junio de 1988.
De niños nos gusta, jugar a ser de todo: médicos, fontaneros, pintores, policías… Y, sin embargo, a esa edad no sabemos hacer nada. Vamos creando tan sólo en nuestra mente una forma de hacer, una manera de actuar. Querernos llegar a ser mayores, ser hombres.
Ser hombres es saber que nunca se llegará a serlo del todo, reconocer que en todos los caminos nos quedamos a medias. Si al menos fuéramos capaces de actuar nuestro papel, tal como lo consiguen representar los actores de teatro y de cine. Pienso que esta profesión es una de las más difíciles en la vida. ¡Qué don tienen esos hombres y esas mujeres para sentir y hacer sentir al mismo tiempo las diferentes escenas de la vida! Aunque no sepan hacerlo, los actores tienen que conducir un auto, tocar un instrumento musical, nadar, danzar… Aun siendo torpes para hacer esos papeles en la vida real, al aparecer en escena, logran simular que los realizan a la perfección.
En la tierra todos somos como actores que tienen que desarrollar un papel. Pero si observáramos bien nuestras posibilidades, veríamos que seguimos siendo tan polifacéticos como los niños que juegan a ser de todo. Somos capaces de representar tan pronto un drama como una comedia, una tragedia o una vulgar escena de la vida real.
Hemos de vivir en un perpetuo redescubrimiento de nuestra propia alma lanzándola todos los días a la aventura, manteniéndola terca e insobornablemente adolescente.
(C.88)
Deja una respuesta