12 de junio de 1988.
Decimos que “desde pequeñito se endereza el arbolito”.
Según el diccionario, la palabra ‘tutor’ designa una caña o estaca que se clava junto a un arbusto para mantenerlo derecho y dirigirlo en su crecimiento. Ese palo es el símbolo perfecto de lo que los adultos deben ser para los jóvenes.
El arbusto joven tiene la vida y está llamado a progresar con su propia fuerza. El palo sólo ayudará a que esa fuerza vital no se pierda. Poco importa que ese palo ya no “valga para nada”; pero su apoyo será decisivo para el árbol joven.
Es posible que a los jóvenes les fastidie esa imagen de la tutoría, ya que nada les apasiona tanto como ser ellos solos dueños de sus acciones. Sin embargo, tengo la impresión de que nunca han necesitado tanto la compañía de una persona mayor que les ayude y les comprenda. La vida se ha hecho tan sumamente complicada que, quién más, quién menos, todos necesitan ese ‘palo’ que les sostenga en los momentos de cansancio o ante el riesgo de una torcedura.
¿Por qué hemos tolerado que se abriera una zanja tan insuperable entre mayores y menos mayores? Quizá porque cada uno va a sus cosas y hay pocos que ayuden a los demás a aprender a vivir. Hay que decirlo sin rodeos: es difícil que un joven llegue a realizarse plenamente si no tiene la suerte de tener cerca ese tutor que le sostenga. También el adulto sale perdiendo si no aporta su ayuda a alguien que empieza a crecer a su lado. Los árboles -ya lo veis- tienen más ventajas que los humanos…
(C.88)
Deja una respuesta